La semana pasada fui a un restaurante al que no me van a volver a ver el pelo. La comida estaba muy buena, el precio correcto y el local era resultón. PERO (sí, en mayúsculas) la acústica del local era malísima.
Era un almuerzo con otras mujeres profesionales de diversos sectores donde compartí buenos momentos y conversaciones muy interesantes. Pero por momentos las conversaciones no fluían fácilmente por el simple hecho de que no podíamos oír bien a la otra persona.
Este no es el primer local que me pierde como clienta por este motivo, ni será el último. Hay quien no le da importancia al confort acústico, pero no conozco a nadie que no prefiera estar en ambientes sin reverberaciones donde poder oír correctamente conversaciones, música o lo que sea. Es de esas cosas intangibles que mucha gente no sabe ponerle nombre pero que todos notamos.
Al acabar, me encontré con la dueña/jefa (no sé exactamente) y me permití hacerle un comentario sobre este problema. Su respuesta, muy educada, se podría resumir en que sabía que la acústica del local no era buena pero que la decoración a su entender era más importante y que no tenía ni la más mínima intención de hacer nada para mejorar este problema.
Estética vs Confort
El tema de la decoración es subjetivo y en mi opinión la que hay ahora está bien pero no es “la leche”, y hay soluciones acústicas que son muy estéticas. Tenéis unos consejos de cómo minimizar los ecos y la reveberación en este artículo.
Básicamente esa mujer me estaba diciendo que el confort acústico de sus comensales y empleados le daba igual. Si alguna vez has salido de un restaurante con “la cabeza como un bombo”, imagínate lo horrible que debe ser trabajar en un ambiente así. Y si era consciente del problema, eso probablemente quiere decir que no soy la primera persona que le hace el comentario o que ella misma lo sufre.
Para ser justos, debo admitir que soy quisquillosa con el confort acústico, seguramente bastante por encima de la media, pero no fui la única que hizo un comentario sobre este tema. En mi trocito de mesa, todas hicimos en algún momento algún gesto o comentario de desaprobación sobre las dificultades que teníamos para conversar. Y hacia el final del evento conocí a una interiorista especializada en locales comerciales que me dijo que, al igual que yo, ella no volvía a pisar ese restaurante por el tema de la acústica.
Hagamos números, éramos un grupo de unas 45 personas y al menos dos expresamos en alto que no volveríamos a ese local. Eso es casi un 5%. ¿Cuántas otras pensaron cómo nosotras y no lo expresaron en alto?
¿De verdad vale la pena perder clientela por eso?
¿Cuánta gente debe fidelizar por lo guay que son las lámparas, las paredes desnudas de ladrillo y las vigas de madera? Y ¿de verdad perdería clientela por combinar eso con elementos decorativos que absorban el ruido?
No me mal interpretéis, me gustan los locales bonitos y le doy mucha importancia a la estética de los negocios. Pero un mismo local puede ser bonito de diferentes maneras y hay que priorizar el confort y la funcionalidad tanto de los clientes cómo de los que trabajan dentro.